Pocos días después de su jubilación, Antonio Gallardo reconoce que todavía nota esta nueva etapa vital “como unas vacaciones largas”. Tras 48 años en el sector de fabricación de barricas, Gallardo deja un oficio único, de maestro tonelero, en el que empezó muy joven y en el que ha sido testigo cómo la tecnología ha transformado el proceso por completo. Jorge Gallardo, su hijo y uno de los últimos trabajadores que ha formado, continúa en Murúa como testigo vivo de la transmisión oral del oficio de tonelero.
Unas largas vacaciones
Activo y con energía, Antonio no se hace a la idea de que su etapa como maestro tonelero ya ha terminado. De hecho, reconoce que “la jubilación me quitaba el sueño porque no me acababa de creer que llegara”. De hecho, dice: “Yo trabajaba muy alegre y me encantaba trabajar; no era de los que esperaban la jubilación con ganas”.
Poco a poco, este tonelero de origen catalán empieza a hacerse a la idea tanto de la nueva etapa que tiene por delante como de la gran etapa profesional que acaba de cerrar.
Ni siquiera el gasto físico de este oficio le hacía pensar en el retiro: “A pesar de ser un trabajo que te obliga a estar en tensión, yo nunca me he cansado de trabajar.
«Tonelería Murúa es muy exigente a la hora de fabricar las barricas».
Murúa, en el corazón
Antonio no está cómodo siendo el centro de atención, pero admite que el último día de trabajo en la tonelería fue muy emocionante, aunque reconoce que lo pasó mal. Todos los compañeros le reconocieron su trabajo y capacidad para enseñar y formar durante su etapa en Tonelería Murúa.
Después de una trayectoria de 48 años por distintas empresas, Antonio Gallardo asegura que Tonelería Murúa es especial: “Cuidan mucho el producto y tienen un parque de madera tremendo lo que te da muchas posibilidades de hacer barricas top”. Afirma que la cantidad de madera que está en el patio de secado esperando su momento óptimo ofrece muchas posibilidades para realizar barricas de muy alta calidad. Además, reconoce Gallardo que Murúa “es muy exigente a la hora de fabricar las barricas”.
«Cuidan mucho el producto y tienen un parque de madera tremendo lo que te da muchas posibilidades de hacer barricas top«.
Madera de tonelero
Antonio ha formado a más de 150 toneleros en casi 50 años de trayectoria profesional. Con ese bagaje asegura que “cuesta mucho formar a toneleros; es un trabajo muy físico, con muchos procesos”. Por eso, en su trabajo, Tonelería Murúa decidió rotar a los toneleros a lo largo de los distintos procesos que conlleva la elaboración de una barrica.
Su trabajo como maestro tonelero afirma que “es distinto al de otro tonelero porque trabajo, pero de otra manera; mi trabajo también es supervisar y ayudar en el trabajo del resto de compañeros”.
Un trabajo, el de maestro tonelero, que fue asimilando con el tiempo gracias a una mezcla de casualidad y vocación. Gallardo tuvo la oportunidad de trabajar en Francia, donde pudo aprender unos procesos menos rudos y con un mayor gusto por la forma que lo que se hacía en España en los años ochenta. Ahora eso ha cambiado mucho.
Toda esa experiencia y conocimiento que ha adquirido Antonio se une a una vocación o gusto por enseñar: “Enseñar a una persona es muy difícil y solo se consigue con tiempo y paciencia”. Este maestro de toneleros con mano para la docencia reconoce que no era buen estudiante: “No me gustaban nada los profesores de mi época y no era buen estudiante”. Por eso, cuando a sus 16 años decidió presentarse a una tonelería recién abierta para probar en ese oficio poco usual, nadie se imaginaba que acabaría como maestro.
Hijo y pupilo
Y en otra carambola del destino, Antonio se ha convertido en maestro de su propio hijo Jorge. El padre se sincera: “Formar a Jorge ha sido muy difícil porque es a quien más he exigido de todos los toneleros a los que he formado”. La relación, lejos de ayudar, ha sido un factor más de exigencia: “No quería que sus compañeros pensaran que por ser mi hijo iba a tener menos exigencia o más facilidades”.
Después de trabajar junto durante cuatro años, Antonio ve a Jorge “muy preparado”. Y apostilla: “Tiene una cosa muy importante para dedicarte a esto: le gusta mucho lo que hace”.
Aunque pueda parecer algo natural, Antonio asegura que no le ofreció trabajo ni le obligó a trabajar con él o a seguir el oficio familiar: “Fue él quien se ofreció, probamos y le gustó”. “Pero le he dado mucha caña”, asegura Antonio.
Para tener madera de tonelero, Antonio insiste: “Te tiene que gustar mucho, sino es imposible”. Además, dice que “hay que ser habilidoso con las manos y con las herramientas y que tener resistencia física”. A partir de ahí, asegura Gallardo, se puede empezar el oficio.
¿Es necesario el famoso ojo de buen cubero? Antonio responde: “Es una sensibilidad que puedes aplicar en la vida”. Admite, por ejemplo, después de tantos años trabajando y formando, que es capaz de saber si alguien quiere y puede trabajar en el sector. Afirma que es una capacidad que se puede enseñar: “El secreto es saber mirar las barricas porque no hay ninguna igual”.
Un oficio en transformación
Desde ese primer día en que Antonio atravesó la puerta de la primera tonelería con 16 años, hasta que salió de la fábrica de Navarrete de Tonelería Murúa 48 años después, el oficio y su sector industrial ha cambiado mucho. La tecnología ha simplificado algunos procesos y ha automatizado otros.
Gallardo asegura que era imposible prever la situación actual “desde mi perspectiva de aprendiz en los años setenta”. Cree que esta transformación va a continuar, con una presencia de la tecnología cada vez más evidente. Aun así, el trabajo de tonelero sigue siendo necesario.